martes, 5 de septiembre de 2023

LA IA REMUEVE LAS CAVERNAS

Obra del jienense Santiago Idáñez expuesta en el Museo de la Sangre de Murcia


Sería hacia finales del siglo XX; un grupo de amigos acabábamos de cenar con Ramón Gaya y de camino hacia su hotel hablábamos con él del momento tan incierto que se estaba viviendo en el mundo del arte. Al hilo de la conversación, recuerdo que le dijimos: El problema, Ramón, no está en lo que vivimos actualmente, sino que está en el futuro, en que, por primera vez en la historia, el arte ha decidido romper con la tradición y se ha quedado sin el eslabón necesario para poder seguir hablando de lo mismo, es decir, de lo eterno, aunque cada momento de la historia tenga su propio lenguaje para hacerlo. A lo que Ramón -siempre tan sabio y tan sutil-, nos contestó: No, el sentimiento del arte jamás desaparecerá porque lo lleva inherente el ser humano; otra cosa es que ese sentimiento se esconda, que vuelva a refugiarse en las “cavernas”. 

Mucho ha llovido desde entonces, claro, como muchas han sido las veces durante este tiempo que he pensado que Gaya no llevaba razón con su metáfora porque, ni escondido en una “cueva”, podría hoy en día el ser humano retomar aquella actitud tan necesaria de “obediencia” para llegar a cumplir con esa especie de destino espiritual que es el hecho creativo. Es tal la deriva actual, tal la sequía creadora, tal el distanciamiento sobre la percepción de la realidad por parte del hombre “contemporáneo”, que pensar en la renovación natural de una época -o de un estilo-, resulta, cuando menos, de una cierta ingenuidad.

 

Efectivamente, desde hace ya más de un siglo, las artes plásticas se encuentran atadas y bien atadas, es decir: atascadas, secuestradas... Y claro que a lo largo de la historia la función social del arte ha sido una realidad, claro que sabemos de los condicionantes externos que casi siempre han acompañado a las obras de creación, pero nunca antes el hecho artístico iba a estar tan obsesionado por convertirse en una mera producción estética al servicio de un elitista entramado con poderes económico/mediáticos. Hablar hoy en día de arte contemporáneo es hablar simplemente de mensajes, de ideas, de estéticas, de propuestas, de reflexiones, de performances, de famas, de subastas…, pero jamás de obras reales, de cuerpos vivos, de cuadros o esculturas que puedan hablar por sí mismas sin que necesiten de intermediarios para ser vividas plenamente.

 

Solo así es entendible que, a día de hoy, un conocido galerista y gestor cultural de nuestra ciudad -autodefinido como perteneciente a la generación murciana más interesante del último siglo-, a la par que promociona y vende en nuestra región piezas artísticas de un pintor jienense que ejerce su oficio ayudado con un proyector de imágenes, al mismo tiempo plantee públicamente la inconveniencia de un museo dedicado a cobijar la obra donada a su ciudad por Ramón Gaya, un pintor de los más hondos y valientes del siglo XX.

 

Pero, hete aquí, que, cuando ya estábamos dispuestos a reconocer la amarga derrota, aparece por el horizonte la IA (Inteligencia Artificial), un invento que -estamos convencidos- llega al rescate de la creación. Como ya podemos decirle a una máquina que escriba un texto, que pinte un cuadro o que esculpa una escultura, esos valores meramente estéticos y que ahora tanto se cotizan dejarán inmediatamente de ser tan valorados. ¿Para qué queremos que alguien nos pinte un cuadro copiando directamente de una foto si la “IA” lo hace mucho mejor y más barato? Sí, es solo cuestión de tiempo, pero está claro que el tinglado del arte toca fondo. La Inteligencia Artificial -como su propio nombre indica- podrá generar inteligencia, es decir, pensamiento, reflexión, ideas…, o sea, todo aquello que tanto valoran actualmente estos gestores culturales, pero nunca, jamás, generará vida, cuerpo, sustancia vital, vacío habitado, alma... Ay, quizá más pronto que tarde comiencen a emerger de las “cavernas” todas esas obras que la generación más interesante -e interesada- del último siglo se negó a reconocer.

 

Juan Ballester

(Artículo publicado el día 4 de sept de 2023 en el diario La Opinión de Murcia).

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