jueves, 30 de diciembre de 2021

EL MOÑO DE LA ESPERANZA (Antonio Montalvo en el museo Ramón Gaya)


"Karen dormida"


Por primera vez en sus más de treinta años de existencia, el Museo Ramón Gaya programa la exposición individual de un pintor vivo: Se trata del granadino Antonio Montalvo, un pintor relativamente joven (1982) y que desde 2009 se encuentra muy vinculado con la galería “Espacio Mínimo” de Madrid.

 

El recientemente nombrado director del museo, Rafael Fuster, apuesta por esta nueva iniciativa, algo que personalmente no compartimos, pero que es totalmente entendible. El museo tendrá que ir haciendo su carrera y necesariamente deberá adaptarse a los nuevos tiempos y tendencias. Pero no lo compartimos porque, claro, no es que hasta ahora estuviese vetada la exhibición de obras de pintores vivos por el simple hecho de estarlo, sino que creemos que se adoptó esta norma con el objeto de evitar malos entendidos y suspicacias entre los pintores de aquel momento; si se abrían las puertas a alguno, por ejemplo, a Pedro serna -un pintor muy afín a la forma gayista de entender la pintura-, el resto de pintores no lo habrían aceptado de buen grado, sobre todo tratándose de una institución pública. Algo, por cierto, que también puede producirse ahora, por lo que, ante este nuevo reto que se pone en marcha, creemos que los criterios de selección de los artistas a exponer deberían quedar perfectamente claros desde el principio.



"Gorrión muerto"

 

La colección presentada gira en torno a la vida cotidiana del pintor: familia, bodegones, paisajes… Y es que, según unas declaraciones del propio pintor al diario La Opinión de Murcia, desde hace un tiempo ha preferido dar un giro en su concepción pictórica y, de “buscar” sobre imágenes fotográficas, ha pasado a “encontrar” sobre su realidad más cercana. Es decir, que por fin comienzan a darse cuenta de que pintar no es tan solo reproducir unas formas, algo que, por otro lado, aunque ahora se presente como un valor o un descubrimiento, debería ser una condición apriorística, tan obvia como la de que se pinta con pincel y no con cincel.

 

Tanto tiempo lleva perdida la mirada pictórica al haber sido pervertida por la mirada fotográfica -prácticamente desde que apareció el invento; y si no, que se lo pregunten a Los Macchiaioli-, que intentar pintar ahora desde el natural, resulta más difícil y complejo de lo que parece.

 


"La visita"



En general, estas obras de Antonio Montalvo las encontramos todavía muy alejadas de la realidad -o sea, de la vida-. Junto al reducido cromatismo de algunas y a ciertas torpezas académicas de otras, también se aprecia una vaguedad en la mirada, como una duda constante con la pincelada en casi toda la muestra. Lo de reducir el cromatismo en un paisaje o en un bodegón, no debería suponer hándicap alguno, pero en estos casos que señalamos, esa parquedad colorística da la sensación de obedecer más a un estilo que a una necesidad, lo que, de entrada, condiciona los sentimientos a la estética. Luego está la torpeza académica, algo que, aunque tampoco es totalmente determinante, sí que se convierte en una circunstancia negativa, máxime si esa misma torpeza no ha llegado a ser trascendida por la profundidad de una mirada.

 

Pero lo que más nos ha decepcionado de estas obras ha sido, precisamente, su opaca concepción pictórica. Si partimos de la base de que crear es ver, es señalar, pues lo visto y señalado en ellas se difumina en una especie de territorio inconsistente e irreal. Los objetos y sujetos que justifican unas temáticas, aparecen como en el aire, sin cuerpo, sin el peso que deberían tener, o sea, sin la realidad que les corresponde. Y posiblemente estos objetos/sujetos nos aparezcan de esta manera porque lo que verdaderamente no existe es el fondo que los acoge, es decir, el espacio, el ámbito, el aire que justifica la vida. El tallo de esa “Flor de ajo” no está, no existe, solo aparece su vacío sobre un fondo informe, como esos cuerpos de aire encontrados bajo la lava de Pompeya.



"Flor de ajo"


 

Decíamos antes que, en general, estas obras las sentíamos muy alejadas de la realidad, con lo que dábamos también a entender que había alguna excepción. Y esa excepción creemos que se encuentra sobre el pelo de una cabeza de mujer vuelta de espaldas, un óleo sobre papel titulado “Erika”. Desde luego no todo el cuadro, pero algo de ese moño recogido, tan vivo, tan real, casi justificarían, tanto la visita a la exposición, como esta nueva iniciativa del museo para buscar el “Hilo perdido de la Pintura” entre los vivos.


 

Pintar no es ordenar, ir disponiendo, /sobre una superficie, un juego vano, /colocar unas sombras sobre un plano/empeñarte en tapar, en ir cubriendo;// pintar es tantear -atardeciendo-/la orilla de un abismo con tu mano/temeroso adentrarte en lo lejano/temerario tocar lo que vas viendo.

 

(Los dos primeros cuartetos del soneto “De Pintor a Pintor", de Ramón Gaya).



"Erika"

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