jueves, 17 de marzo de 2016

CUADERNOS DE TAPA NEGRA



  
CUADERNOS DE TAPA NEGRA
(DIBUJOS Y COLLAGES DE ALEJANDRO FRANCO)
(Sala alta del Palacio Almudí)

Hace aproximadamente un par de años tuve la oportunidad de poder acudir al estudio de Alejandro Franco para hacerle unas fotografías en su ambiente de trabajo. Hablando con él y para poder ilustrar alguna cuestión que me planteaba, me enseñó unos tomos con tapas negras en los que aparecían dibujos del natural, collages, anotaciones… Ni qué decir tiene que todo lo que allí vi me llamó muchísimo la atención, pero, sobre todo, me pareció que contrastaba enormemente con la obra más conocida de este pintor. Ahí estaba precisamente todo ese mundo que sustentaba su pintura, delante de mis ojos y entre mis manos, encerrado en aquellos catorce tomos con tapas negras, tomos que uno a uno estuvimos ojeando detenidamente durante varios días.
Formalmente se trata de catorce libros encuadernados con tapas negras y numerados del 0 al 13. La fecha más antigua es de julio de 1999, mientras que la más moderna es de hace tan solo una semana, pero, aunque esta idea de reunir los dibujos en cuadernos comenzara aquel año, desde siempre Alejandro Franco ha realizado este tipo de apuntes y anotaciones; es más, los ha simultaneado con todas sus épocas y estilos, haciendo con ello que se trate –creemos- de su obra más constante, más perdurable en el tiempo, la más suya si cabe. Ante estos cuadernos de apuntes nos surge una pregunta: ¿y no estaremos, pues, ante su obra más libre, más espontánea y natural?
Los cuadernos están numerados y muchos de los dibujos fechados, lo que de entrada nos está indicando que por parte de su autor existe una necesidad de reflejar ordenadamente el paso del tiempo y, por ende, de una forma premeditada o no, se está realizando una verdadera autobiografía. Claro, existen muchas formas de contar –tantas como historias-, pero en el caso de Alejandro Franco su forma más directa es a través de su mirada y sus dibujos. Él dice que se trata de su obra fuera de casa, fuera del estudio, pero el simple hecho de que se haga en unos cuadernos ya implica intimidad, que no se realiza para nadie ni con un fin concreto, sino para sí mismo, para satisfacer una necesidad propia. Y como en cualquier autobiografía, en esta también se encuentra reflejado su mundo, su vida cotidiana: las mañanas en la playa durante el tiempo de verano, los conciertos en los que intervienen sus hijos, los postres, las reuniones de amigos, los ingresos hospitalarios de familiares, las juntas escolares, los exámenes… Viendo que una y otra vez los temas se repiten, uno diría que se trata de obsesiones y algo de esto tienen, pero sabemos que no es solo eso, no es solo el tema lo que determina finalmente la existencia de una obra. Cuando Alejandro Franco decide dibujar a su hijo recién operado o al director de la orquesta a punto de comenzar su trabajo, lo que verdaderamente nos está expresando es su propio sentimiento ante ese acontecimiento, es su forma de decirnos –o decirse- aquí estoy, participando de esto, viviendo ese instante irrepetible y fugaz.

Esta colección de “instantes”, que comenzaba con el simple objetivo de reunir y ordenar aquellos apuntes que hacía habitualmente, con el paso del tiempo ha ido adquiriendo consistencia de obra, de gran obra. Poco a poco, instante a instante, aparece todo un cuerpo que no solo va reclamando su sitio, sino también su alimento. Así, junto a los dibujos, también aparecen collages y anotaciones diversas, referencias visuales de formas, texturas, volúmenes; se trata de señalar todo aquello que le llama la atención: unas migajas de pan sobre la mesa, las cabezas de los bañistas en la playa o de los asistentes a una junta académica, el anagrama de una compañía aérea o las hojas podadas de una palmera, pero no se trata tanto del suceso en sí, como de sus claves internas; más que los mismos objetos, o sucesos, le interesan los espacios, las distancias, los ritmos visuales -diría que el compás de la realidad, su música interna-. Y claro, en el fondo con estos cuadernos de tapa negra Alejandro Franco no está pintado otra cosa que no sea su propio autorretrato, el de verdad, el más definitivo y eterno.


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