lunes, 15 de febrero de 2016

EL SUICIDIO DEL ARTE



Del 22 de enero al 11 de marzo es el periodo escogido por el Centro Párraga para que pueda verse (olerse, tocarse, pensarse, soñarse…) la muestra “Concepto, Agua de colonia” del artista Miguel Fructuoso. Pues bien, de nuevo atraviesa uno las puertas del espacio destinado a la exposición y de nuevo siente que nada de aquello que se presenta le es afín: Unos objetos, -a veces manipulados en su funcionalidad natural y a veces no- te reciben mudos, dispersos y dispuestos aleatoriamente –o no- por todo el ámbito de la sala; y de nuevo  tu mente comienza  a replantearse el por qué y el para qué de todo aquello. Sobre la marcha ninguna de estas preguntas encuentra respuesta natural, pero está claro que en este Centro de Arte la naturalidad prima por su ausencia, desde los espacios, a los horarios de visitas, las salas vacías, las puertas cerradas en horarios laborales y la extrañeza del personal al solicitar que se abran…



La clase muerta


Y de nuevo tiene uno que recurrir al folleto explicativo –¿qué habría sido del llamado arte contemporáneo sin los folletos explicativos?- para saber de qué va todo aquello. Ahí entra Pedro Medina y, claro, solo citando a Eva Lootz, Duchamp o a Tadeusz Kantor pueden contextualizarse todas estas “apropiaciones y descontextualizaciones” contemporáneas.
Para Pedro Medina, con esta exposición Miguel Fructuoso da pie a revisar la historia del arte y consigue llegar a verlo desacralizado ¿? Y a partir de ahí se nos habla sobre la repercusión social de la historia del arte o sobre el papel de las instituciones en todo esto… Ya está, ya entendemos algo: nos están queriendo decir que el arte murió hace un siglo –con Duchamp- y que únicamente son las instituciones (En este caso de nuevo bajo la responsabilidad de un partido conservador y con sospechas de corrupción) las que se ocupan de perpetuar el cadáver del arte. Una vida sin arte es poca vida y un arte sin vida es poco arte (frase de Eva Lootz citada en el texto del catálogo), aunque, paradójicamente, a nosotros todo este montaje nos parece un arte sin vida, sin cuerpo, sin sustancia propia. Y es que conceptos como “revisar el arte contemporáneo” han perdido su legitimidad a base de reiteración hasta el infinito. ¿Hasta cuándo la revisión? Del Giotto a Rafael pasan cien años, los mismos que del urinario de Duchamp al urinario de Fructuoso. Sí, definitivamente es verdad, habrá que revisar el papel de las instituciones para dilucidar el grado de responsabilidad en el suicidio del arte (contemporáneo, se me olvidaba).



Concepto

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