miércoles, 27 de enero de 2016

CABARET SAUVAGE




Cabaret Sauvage es el título de la exposición que Manuel Belzunce muestra actualmente en la sala de columnas del Almudí y que puede verse hasta el próximo día trece de marzo. Se compone de una treintena de obras que han sido realizadas durante el amplio periodo que va de 1997 a 2015. Según Ángel Haro -comisario de la exposición-, se trata de unos "collages y ensamblajes huérfanos, que quedaron relegados por el fondo del estudio" y el propio Belzunce manifiesta en una entrevista que son obras hechas desde el silencio y a las que dedicó todo el tiempo necesario, sin las prisas que marca una galería". O sea, que ahora más que nunca estamos ante unas obras sin condicionantes, libres de interés y realizadas por el mero gusto de su factura.

Qué duda cabe de que la muestra tiene una coherencia -aunque solo sea por el planteamiento técnico empleado a base de collages y ensamblajes, como define Ángel Haro esta colección-, pero al mismo tiempo que uno va descubriendo esa verdad, también va sintiendo que las obras no respiran por sí mismas, que no funcionan sin estar acompañadas unas de otras, sin tener un contexto del que partir. Y ese contexto del que salen no es otro más que el de las primeras vanguardias artísticas, de aquel tiempo en donde todo estaba por descubrir y por explorar. Viendo las obras expuestas, no es difícil situarlas en sus respectivos referentes estéticos de Picasso, Matisse, Braque... 




"Marina"

Y esta sería la gran crítica que se podría hacer de la exposición, la ausencia de actualidad, de lenguaje propio, su misma antigüedad. Es indudable que Belzunce bucea en una temática clásica: bodegones, desnudos, figuras..., un mundo en donde se siente cómodo, en donde sus experimentos matéricos se sujetan a la figuración, pero creemos que no es suficiente, que no se trata -solo- de ir componiendo escenarios, construyendo parecidos. Si Picasso utilizaba materiales industriales para algunas de sus obras escultóricas, primero estaba indagando y segundo conseguía neutralizar lo matérico con un alma que lo sobrevolaba. La escultura de cabeza de toro realizada con un sillín como cráneo y un manillar como cuernos, lo demuestran. En cambio Belzunce no sintetiza, no encuentra, sino que va construyendo, va sumando materiales, recortes, pinturas, papeles, pero sin llegar a conseguir que su obra palpite por sí misma.

Claro, en una exposición tan dilatada en el tiempo es obvio que algunas obras consiguen más poso que otras, más tino. Por ejemplo, el collage titulado "El vino" de 2006, nos parece una de las obras más acertadas y más vivas de la muestra.




"El vino"



En cambio, la titulada "Mujeres vasija", de 2001, de las más desafortunadas, no solo por la propia estética -de factura artesanal-, sino por el mismo título, un tanto despectivo hacia la mujer. Ahora que los partidos políticos "del progreso y del cambio" andan como locos buscando motivos para enterrar las políticas del PP, una exposición patrocinada por un ayuntamiento conservador con un cuadro que podría ser interpretado en clave sexista, más leña al mono.





"Mujeres vasijas"



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