domingo, 3 de diciembre de 2023

LA EDAD DE PLATA EN MURCIA, O UNA OPORTUNIDAD PERDIDA. (Exposición en El Almudí sobre en centenario del Suplemento Literario de La Verdad)

Desconozco si las exposiciones de Mariano Ballester y la actual, sobre el centenario del suplemento literario de La Verdad -ambas realizadas en El Almudí- estaban programadas de antemano, pero el que las dos hayan coincidido con la vuelta del PP al Ayuntamiento de Murcia y, más concretamente, con el nombramiento de Diego Avilés como responsable de cultura de la ciudad de Murcia, hacen que alberguemos ciertas esperanzas en el sentido de recuperar ese emblemático espacio para exposiciones mucho más importantes de lo que últimamente se estaba programando en el mismo. Con la palabra importante, claro, nos estamos refiriendo a obras que ya tienen un poso, que han pasado la criba del tiempo -y del público-, y que simplemente necesitan ser revisadas al hacer demasiado tiempo que fueron expuestas por última vez. “La Edad de Plata en Murcia”, comisariada por el conocido galerista murciano Nacho Ruiz, es una exposición basada en la Murcia cultural de los años veinte del siglo pasado, años que coinciden, a su vez, con el primer centenario del “Suplemento Literario de La Verdad”. 

 

Empezaremos por el final, es decir, por ponerle un calificativo a la sensación que uno experimenta tras haber visitado la exposición: decepcionante. Sí, decepcionante y no solo por la forma, sino también por el fondo. Por la forma, porque con tanta tramoya de paneles y el uso de teatrales luces, el espectador comienza por imaginar lo que después no verá. Y por el fondo porque, tras verla, tampoco se sabe muy bien qué es lo que se busca con la misma. Si lo que se pretende es contextualizar una época concreta de la cultura, ¿qué sentido pueden tener unas fuentes de cerámica decimonónica -que no platos, como rezan los carteles y el catálogo-, o varios carteles facsímiles publicados mucho tiempo después? ¿Qué aporta un solitario teléfono de los años treinta en esta exposición? ¿Y un belén murciano y demás baratijas populares de la época? ¿A cuento de qué una muestra de pinturas de Benjamín Palencia con obras muy posteriores a la época que se homenajea? ¿Qué hace por allí una serigrafía de Equipo Crónica?

 

Lo cierto es que va uno haciendo el recorrido marcado y la mayor parte del mismo sientes una decepción tras otra, pero, no porque las obras sean malas -aunque algunas, también-, sino por mal elegidas y desubicadas, porque la mayoría no obedecen al espíritu del tiempo que se pretende homenajear. Por ejemplo, si lo que se quiere es ilustrar la transformación de la ciudad desde finales del XIX hasta los años treinta del XX, en vez de un cuadro tan alejado del espíritu de modernidad como representa “El viático en la huerta” y, máxime, si como meta para referenciarla se ha escogido un dibujo técnico de la expansión urbanística de esos años treinta, ¿por qué no se exhibe, por ejemplo, la enorme colección de fotografías originales sobre Murcia realizadas por Jean Laurent hacia 1870? Imágenes que, precisamente, pertenecían a Juan Guerrero y que fueron donadas al Museo Gaya por sus herederos. Si lo que se quería enmarcar es el momento artístico de una Murcia recientemente industrializada y cuando las fábricas de pimentón comenzaban a tener un auge extraordinario, ¿por qué no se han traído las latas y los diseños originales que para las mismas hicieron Luis Garay y Pedro Flores y que actualmente posee el coleccionista Jesús Pérez de Espinardo?

 

Seguimos: ¿Cómo se puede llenar media planta baja del Almudí a base de copias ampliadas de las páginas de la revista? ¿Quién concibe para una exposición de esta importancia, el llenar las vitrinas con unas pésimas copias de fotos antiguas y no con sus originales? Si es que se quiere hablar del pintor Cristóbal Hall, ¿cómo se pueden exhibir únicamente esos dos desafortunados retratos que le hizo a Jorge Guillén y a Francisco de Cossío, ignorándose sus espléndidos paisajes turnerianos que tanto influyeron en las pinturas de Bonafé y de Gaya?  Y hablando del Museo Ramón Gaya, ¿por qué no se han utilizado las obras de aquella época realizadas por su titular y, en cambio, se nos enseña una colección de dibujos de principios de los cincuenta o un cuadro de la época de México? ¿Cómo se puede exhibir un cuadro de Pedro Flores pintado sobre los años sesenta y se ignora, por ejemplo, el que pintó en 1925 en el estudio que tenía junto a Garay en el barrio de San Juan? ¿Cómo se puede mostrar un único óleo de Bonafé, también de los sesenta, y no las acuarelas que pintaba en sus visitas a la casa veraniega de Juan Guerrero en la costa alicantina?...

 

"Sala del Almudí con parte de la mejor colección privada que se conoce de dibujos de Ramón Gaya"

Pero si a todos  estos despropósitos expositivos, sumamos errores de fechas -por ejemplo, un boceto de Gaya sobre un gondolero firmado y fechado en 1953, se dice que es de 1943-; imprecisiones como la de escribir sobre un cuadro al óleo con los reflejos del lago de Chapultepec, que en él Gaya “vuelca toda la oscuridad de la sustancia que él entendía que era la pintura”, confundiendo sustancia con temática; o pedanterías como la de calificar unos cuantos bocetos y dibujos de Gaya como “la mejor colección privada de dibujo conocida hasta ahora…”, pues, en fin, creemos que la muestra se convierte en una auténtica oportunidad perdida. Aquella época “dorada” de nuestra historia -a pesar del título escogido-, como también el centenario del espléndido y fundamental “Suplemento Literario de La Verdad”, se merecían un poco más de rigor y un poco menos de improvisación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario