sábado, 12 de febrero de 2022

CARTA ABIERTA A TOMY CEBALLOS

 

Obra de Tomy Ceballos en la Sala de Verónicas


Estimado colega Tomy, he querido escribirte personalmente, más que hacer una crítica a tu exposición de Verónicas, sobre todo porque no es tanto sobre la muestra de lo que me gustaría hablar, como de la idea que ambos tenemos sobre la imagen. Y aunque yo creo que nunca hemos intercambiado palabra alguna entre nosotros, sí creo que ambos sabemos el uno del otro, así como de nuestras trayectorias e ideas sobre la imagen.

 

También me gustaría matizar algunas declaraciones que has hecho recientemente al diario La Verdad. Dices que cuando “les pega la luz se convierten en plata y, donde no les da, al lavar con el revelador se disuelve y se va” -o eso he leído yo-. Bueno, creo que cuando una superficie impregnada con haluros de plata recibe las longitudes de onda más cortas del espectro visible, esos haluros retienen esas ondas, pero no cambia en absoluto su aspecto -es decir siguen invisibles-. Solo cuando los haluros de plata se someten a la acción del metol y de la hidroquinona -agentes reveladores-, es cuando se convierten en plata metálica negra y se hacen visibles. Si posteriormente paramos la acción del revelador y aplicamos el tiosulfito de sodio -fijador-, los haluros de plata que no han sido convertidos en plata metálica negra serán eliminados del soporte con el lavado final. Vamos, lo que los fotógrafos llevamos haciendo más de un siglo hasta que se inventó una nueva forma de recibir la información de las longitudes de onda sobre los sensores de silicio o de grafeno.

 

Hablas también con añoranza sobre la captación química de la luz, diciendo incluso que el papel fotográfico -sin cámara- es el mejor sensor que existe. Ay, creo que se te olvida el cerebro humano, ese lugar en donde también se registra la información de ciertas longitudes de onda suministradas por el ojo y provenientes del mundo exterior.

 

Hombre Tomy, decir que vivimos entre longitudes de onda diferentes y no nos hemos dado cuenta aún, es mucho decir. Algo así como argüir la inexistencia de las pirámides de Egipto en base a que muchos seres humanos no saben de su existencia. Claro que el progreso científico traerá al conocimiento humano nuevas perspectivas sobre el mundo y sobre la vida, pero de ahí, a decir que hoy en día no sabemos de qué va, pues creo que es un vaticinio demasiado simplista.

 

Otros aspectos con motivo de tu muestra: Que el comisario de la misma te sitúe como “el gran renovador del fotograma sin cámara, en base al uso poético y químico de tus imágenes”, más que situarte realmente en ese lugar tan privilegiado, lo que hace es situarlo a él en los espacios más bajos del conocimiento de esta técnica decimonónica. Eso en cuanto al comisario, pero es que tu te sitúas un poco impúdicamente casi a la altura de Man Ray desde el momento en que manifiestas el deseo de poder dialogar con él para explicarle la tridimensionalidad en el proceso del rayograma. Vamos, como si él no se hubiese enterado de eso y no hubiese conocido los procedimientos utilizados por Talbot, o los fotogramas tridimensionales del alemán Christian Schad y del húngaro Gyögy Kepes.

 


Algunas obras de la exposición de Verónicas



También recuerdo muy bien cuando empezaste a presentar tus trabajos de desnudos sobre papeles fotográficos de dimensiones naturales. Recuerdo perfectamente lo que epataban aquellas fotografías en Murcia, sobre todo en ciertos sectores sociales, pero claro, algunos también nos movíamos por el mundo -real o virtualmente- y sabíamos de la existencia del alemán Floris Michael Neusüss. Sabíamos de su libro “Fotogramme”, publicado en 1983, como sabíamos de sus trabajos con desnudos femeninos sobre papel fotográfico realizados en 1968; sabíamos de su trabajo denominado “Sonnen”, de 1974, en el que conseguía unas imágenes abstractas al exponer durante la noche los papeles fotográficos a la acción de las inclemencias del tiempo.



Obra del fotógrafo alemán Floris Michael Neusüss (1968)



Ahora, de todo lo manifestado públicamente por ti con motivo de tu exposición, lo que más me ha llamado la atención ha sido el tono quejumbroso que adquieres para reivindicar el olvido al que estás sometido frente a los que practican la decimonónica fotografía documental. Hombre, decir eso cuando se habla de que estás “presente en destacadas colecciones de arte” y, sobre todo, cuando estás exponiendo en esta sala de Verónicas, es poco menos que paradójico. Ya quisiéramos algunos documentalistas poder estar en esas colecciones en las que tú estás e, incluso, poder exponer en esa misma sala.

 

Hablando sobre tu retrospectiva “La huella es el molde de la ausencia”, tu comisario dice que esta exposición es “el intento de captar la esencia de la imagen fotográfica, entendida como la presencia de una ausencia”. Uff, de entrada, dice que tu trabajo es un intento, o sea, que considera tu trabajo como algo no conseguido y, segundo, ¿acaso cualquier imagen fotográfica no es mas que la huella de una ausencia?

 

Pues eso, doctores tiene la iglesia…, de Verónicas.

 

Suerte Tomy, sobre todo con el Premio Nacional de Fotografía.



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