lunes, 13 de junio de 2022

MÁS QUE UNAS POSTALES. Exposición de postales de la Murcia de los 60 y 70 en el Museo de la Ciudad.



De una forma bastante callada y silenciosa, pero fiel e inquebrantable en su determinación y en su fe, la labor de José Fernando Vázquez Casillas, doctor en Historia del Arte y en Bellas Artes por la Universidad de Murcia -director del LIFUM, Laboratorio de Investigación Fotográfica de la Universidad de Murcia- va dando sus frutos. Amante de la fotografía, sobre todo como documento social, sus investigaciones desde hace bastantes años se encuentran centradas en la recuperación y catalogación de todo ese material gráfico que a nivel particular -o familiar- nos ha acompañado desde que la imagen se popularizó a principios del siglo XX en nuestra sociedad como vehículo de comunicación.


Ahora, y en colaboración con el Museo de la Ciudad, se acaba de inaugurar la muestra: “El tiempo transformado. La postal en color en la ciudad de Murcia (1960-1980)”. Se trata de una selección de 159 postales a color, fechadas entre 1960 y 1980 y con la temática de la ciudad de Murcia, así como de algunos lugares emblemáticos del entorno cercano a la capital: El Monasterio de Los Jerónimos, el Santuario de La Fuensanta o el conjunto residencial de Espinardo.

 

A través de la red tuve noticias de la exposición y al día siguiente de su inauguración allí me presenté para verla, aunque debo confesar que iba a visitarla sin mucha expectación; es más, con alguna desgana. Y es que los que tenemos cierta edad y vivimos plenamente aquella época, sabemos perfectamente de la existencia de estos objetos gráficos que se utilizaban, sobre todo, como recuerdo turístico. Algunas postales se enviaban con su misiva correspondiente, pero su uso principal estaba reservado al recuerdo gráfico de un lugar, en unos momentos en los que las cámaras fotográficas no estaban tan popularizadas como sucedería posteriormente. Claro, para muchos de nosotros aquellos objetos presentaban hasta connotaciones un tanto anecdóticas y superficiales. Recuerdo perfectamente que la primera persona que me rompió aquellos esquemas tan negativos sobre la postal fue el pintor y amigo Ramón Gaya, un verdadero coleccionista de estos recuerdos gráficos, tanto artísticos como de lugares.





Pues nada más entrar en la sala empiezas a experimentar eso que los organizadores han titulado “El tiempo transformado”. Vas mirando una a una todas las postales en esa especie de paseo gráfico por tu ciudad y por tu tiempo, y vas sintiendo una mezcla entre la emoción y la nostalgia. O quizá es la nostalgia la que te emocione. El caso es que, efectivamente, recorriendo de nuevo los rincones de aquella tu Murcia te das cuenta de que, sí, la ciudad se ha transformado, pero sobre todo es el tiempo -o esa entelequia que llamamos tiempo-, el que se está poniendo en entredicho a través de tu presente: ¿era realmente yo aquel joven que vivió aquella realidad? O, ¿fue un sueño del que ahora, en la distancia, me despierto?

 

Y quién nos iba a decir que una simple colección de postales iba a tener tanta importancia histórica: como testimonio gráfico de un tiempo, pero, sobre todo, como reflejo de una forma de entender la vida. Ya no está el Club Remo, ni los antiguos edificios de la plaza de Las Flores o de Belluga; no volverá el jardín elevado de Santo Domingo, los patos de la plaza central de Vistabella o el Cinema Iniesta; no volveremos a encontrarnos con un motocarro aparcado en la puerta de la Estación del Carmen, o los taxis negros con la raya blanca lateral, pero gracias a la impagable labor de gentes como el amigo José Fernando Vázquez, nuestro pasado más inmediato podrá disponer del futuro que se merece.




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