domingo, 8 de mayo de 2022

"TENÍA QUE HABER ÉSE". ("Cortesanas" en el Museo Ramón Gaya")

V Homenaje a las Cortesanas de Carpaccio. Óleo sobre lienzo. 1962




Sí, la excusa en esta ocasión es “Las Cortesanas”, un cuadro de Vittore Carpaccio y al que Ramón Gaya dedicó multitud de homenajes. De hecho, se trata de una de esas obras que el propio pintor consideraba como “imprescindibles”, pero no tanto por su posible importancia en la historia de la Pintura -bastante moderada, por cierto-, sino porque en este cuadro, no solo “había percibido un vigoroso centro palpitante”, sino también porque “reconocía en esa tabla una obra legítima, hija legítima de un saber vital que se ignora a sí mismo, de un saber ignorante, de un saber sin ciencia”, como escribiría Ramón Gaya en “El sentimiento de la Pintura”,  en 1959 y tras haber visto por vez primera esta pequeña tabla en el Museo Correr de Venecia.

 

                                                                                Homenaje a  Carpaccio. 1959.



Un centro palpitante. Como un saber vital que se ignora a sí mismo… Pero, hablando de arte, ¿acaso alguien duda sobre el sentido último de estas palabras? ¿No nos está diciendo Gaya que el arte, o es vida -palpitante- o no es nada? ¿Qué es la vida sino un todo, más allá de su misma conciencia? Pues, aunque no lo parezca, esta es la gran aportación de Ramón Gaya al conocimiento y la práctica del arte, justo en un siglo en el que las especulaciones esteticistas iban a condicionar y acaparar casi la totalidad de los movimientos artísticos de este tiempo. Efectivamente, este es su secreto, su norte, su sentido, como pensador y, sobre todo, como pintor. Para Gaya el Arte -con mayúscula- ha sido, es y será siempre el mismo, independientemente de que a lo largo del tiempo el hombre haya utilizado diferentes lenguajes para poder expresarlo. Y en relación a esa excepcionalidad que supuso la obra de este pintor, como escribiría Tomás Segovia en un poema dedicado a Ramón Gaya en 2003: “…/Tenía que haber ése/Y ése tenía que entregarnos/El mundo que es el nuestro/No repitiéndolo ni suplantándolo/No dando de él siquiera testimonio/Sino dándonos fe de su presencia”.

 

Pues exactamente es eso, fe de la presencia del mundo -del mundo común-, lo que podemos percibir en estas diez obras que ahora se exhiben en una de las salas del Museo Ramón Gaya bajo el título “Cortesanas”. La excusa, como decíamos al principio, es ese cuadro de Carpaccio, pero la realidad que trasciende el tema está, precisamente, en ese “pálpito”, en ese único y constante latido vital que se percibe en estas obras, unas obras tan sustanciales, tan coherentes…, tan legitimadas. Evidentemente, desde las más antiguas a la más reciente se ve una evolución expresiva, pero, a poco que nos fijemos, el planteamiento pictórico de todas ellas está supeditado a la concepción de una realidad vital y única, total....

 

Cortesanas, putas, la “madama” presidiendo y controlando, cortinas echadas, la esquina de una estancia, una mesa con unas flores sobre una jarra, el inevitable espejo de la vida, las luces de aquella infancia arrastrada por los arrabales de la Murcia luminosa y polvorienta… Sí, mucha recurrencia temática -cuando no emocional- porque de lo que se trata es de volver siempre a aquel mismo origen del que se partió.

 


                                                                              Tres putanas. Óleo sobre lienzo. s/f


Magnífica iniciativa la del Museo al enseñar renovadamente la obra de este imprescindible pintor, como acierto total en la selección, montaje y lugar para poder recrearnos en uno de los pocos faros de lo pictórico que nos quedan. Una muestra imprescindible, de esas que necesitan de varias visitas para poder llegar a profundizar en todo aquello que se nos está “diciendo”.

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