sábado, 23 de abril de 2022

LOS GRITOS DEL SILENCIO DE FRUTOS LLAMAZARES

Craneo de cabeza de toro. 1989.



“Cuando ya no hay ruido” es el título escogido para presentar la obra del leonés Manuel Frutos Llamazares y que actualmente puede verse en El Palacio Almudí de Murcia. 

 

El primer día que la visité andaba por allí uno de los comisarios de la muestra, su hijo David Frutos. Al terminar de verla y comunicarle mi desconcierto ante tan numerosa y diversa obra y estilo, me dijo que, efectivamente, era algo que ya se sabía de antemano pero que, al tratarse de la primera exposición que se realizaba con la ingente y desconocida obra de su padre -fallecido en 2010-, lo que se buscaba era precisamente eso, transmitir de una atacada la sensación de estar ante un todo, es decir, ante una inmensa producción de obras realizadas a lo largo de sus más de cuarenta años de actividad artística. El reto era importante, porque ¿cómo, de qué manera puede abordarse la salida a la luz de una obra tan compleja, tan numerosa, tan peculiar, tan silenciada…?

 


                                                                                                      Versión de Las Meninas. 2002.



Así pues, se trata de una muestra introductoria, del primer acercamiento al público de un fenómeno creativo, desconocido hasta ahora y concebido desde la más absoluta intimidad y desde una soledad casi enfermiza. Es verdad que mucho se ha discutido sobre el fin último del arte, pero, desde luego, si hemos convenido que el sentido original de la creación está en la necesidad de “responderse” a sí mismo sobre las eternas preguntas ante el misterio de la vida, en el caso de la obra de Manuel Frutos parece no haber salido aún de ese primer y más hondo sentido sobre la eterna duda existencial.

 

Esto lo decimos porque en Manuel Frutos, aunque son muy evidentes sus facultades técnicas y su gran conocimiento del medio artístico, en realidad su obra aporta muy poco a eso que llamamos estilos, o modas. Es más, la gran mayoría de las “pinturas” que hemos podido ver, están basadas en temas y estilos de otros autores: Las Meninas de Velázquez, el “cráneo de toro” y algunos retratos de Picasso, las texturas de Millares, los volúmenes de Pablo Serrano, así como las obras de otros vanguardistas españoles de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Y es que, para Manuel Frutos no importa tanto lo novedoso como lo complejo, siéndole también indiferente el tema/sujeto de la obra, frente al posicionamiento que adopta al percibirla. Por ejemplo, ante el “cráneo de toro” de Picasso, él reflexiona sobre su realidad e indaga sobre el mismo tema, pero con una nueva luz, juega con su textura, se distancia posicionándose en otro ángulo, trastoca su tiempo, reinventa su espacio, modula sus sonidos…

 


                                                                                             Cabeza de niño llorando. 1985.



Desentrañar las incógnitas que presenta, o intentar teorizar sobre estos particularísimos planteamientos estéticos, no va a ser una tarea fácil. Esto no ha hecho nada más que empezar y tendremos que esperar a que esta nueva “experiencia vital”, recién anunciada, termine por ser digerida social e intelectualmente. Pero ojo, aviso a navegantes: “Cuando ya no hay ruido” no es una exposición de arte al uso. Esta numerosa y extraña muestra es otra cosa, es mucho más que una simple colección de cuadros enlazados entre sí por unos estilos y unas temáticas. Yo diría que es como un “grito”, como un golpe seco y rotundo encima de ese espacio amable en el que también hemos convenido que debían expresarse los sentimientos artísticos. En definitiva, cada una de estas obras son los gritos del silencio de un hablador artístico empedernido.


                                                                                                  De la serie" Madres de Bosnia".

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