Del 22 de enero al 11 de marzo es el periodo escogido por el
Centro Párraga para que pueda verse (olerse, tocarse, pensarse, soñarse…) la
muestra “Concepto, Agua de colonia” del artista Miguel Fructuoso. Pues bien, de
nuevo atraviesa uno las puertas del espacio destinado a la exposición y de
nuevo siente que nada de aquello que se presenta le es afín: Unos objetos, -a
veces manipulados en su funcionalidad natural y a veces no- te reciben mudos,
dispersos y dispuestos aleatoriamente –o no- por todo el ámbito de la sala; y
de nuevo tu mente comienza a replantearse el por qué y el para qué de todo aquello. Sobre
la marcha ninguna de estas preguntas encuentra respuesta natural, pero está
claro que en este Centro de Arte la naturalidad prima por su ausencia, desde
los espacios, a los horarios de visitas, las salas vacías, las puertas cerradas
en horarios laborales y la extrañeza del personal al solicitar que se abran…
La clase muerta
Y de nuevo tiene uno que recurrir al folleto explicativo –¿qué
habría sido del llamado arte contemporáneo sin los folletos explicativos?- para
saber de qué va todo aquello. Ahí entra Pedro Medina y, claro, solo citando a
Eva Lootz, Duchamp o a Tadeusz Kantor pueden contextualizarse todas estas “apropiaciones
y descontextualizaciones” contemporáneas.
Para Pedro Medina, con esta exposición Miguel Fructuoso da
pie a revisar la historia del arte y consigue llegar a verlo desacralizado ¿? Y
a partir de ahí se nos habla sobre la repercusión social de la historia del
arte o sobre el papel de las instituciones en todo esto… Ya está, ya entendemos algo: nos están queriendo decir que el arte murió hace un siglo –con Duchamp- y
que únicamente son las instituciones (En este caso de nuevo bajo la
responsabilidad de un partido conservador y con sospechas de corrupción) las
que se ocupan de perpetuar el cadáver del arte. Una vida sin arte es
poca vida y un arte sin vida es poco arte (frase de Eva Lootz citada en el
texto del catálogo), aunque, paradójicamente, a nosotros todo este montaje nos
parece un arte sin vida, sin cuerpo, sin sustancia propia. Y es que conceptos
como “revisar el arte contemporáneo” han perdido su legitimidad a base de
reiteración hasta el infinito. ¿Hasta cuándo la revisión? Del Giotto a Rafael
pasan cien años, los mismos que del urinario de Duchamp al urinario de
Fructuoso. Sí, definitivamente es verdad, habrá que revisar el papel de las instituciones para
dilucidar el grado de responsabilidad en el suicidio del arte (contemporáneo, se me olvidaba).
Concepto
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