miércoles, 9 de marzo de 2016

VARIACIONES SOBRE EL PAISAJE


Hasta el próximo día 13 de marzo puede ser visitada, en la sala alta del Palacio Almudí, la exposición del pintor Carlos Pardo Gómez, y conviene recalcar sus dos apellidos porque por ambas líneas recibirá el pintor la influencia artística –Hijo del escultor Pedro Pardo y sobrino nieto del pintor Antonio Gómez Cano-.
La muestra se titula: “Variaciones sobre el paisaje” y se compone de una serie de óleos sobre lienzo de gran formato en los que el tema es el paisaje, aunque también podamos contemplar en la primera sala tres desnudos femeninos medio fundidos al paisaje o medio tapados por el mismo, unos cuadros que desde nuestro punto de vista aportan poco a la muestra y, en cambio, distorsionan el sentido último de la misma, que no es otro más que el de unas variaciones sobre el mismo tema. En este sentido creo haber oído al propio pintor defender estos tres cuadros como ejemplo de esas variaciones y, sobre todo, como exponente de la libertad en la que se sumerge cuando se encuentra en pleno proceso de creación. Una pena, porque crear tampoco puede consistir en aceptar el propio desbordamiento, siendo, más bien, casi un acto de obediencia y de control; como él mismo decía en esa entrevista, de saber terminar a tiempo.


Pero más allá de estas anécdotas, la exposición sorprende. Y esto es así, no solo porque de nuevo entra uno en un espacio en donde el olor a óleo y a aceites es protagonista, sino también porque vuelve uno a encontrarse con la medio olvidada y titánica empresa de producir pintura sin trampa ni cartón, al descubierto, intentando dar la cara y el alma. Claro, que hoy en día alguien plante unos cuadros temáticos y no se preocupe de tener que buscar un texto que los respalde –por no decir que los explique-, es ya todo un acierto que conviene señalar y valorar.

Y hablando de valorar, uno valora en esta muestra la exquisitez del color en algunos óleos –unos colores terrosos y unas gamas cromáticas que tanto nos recuerdan a los espléndidos paisajes de Antonio Gómez Cano-, como también valora la pasión puesta, la sensualidad buscada o la vibración de la pincelada. Esto es lo que más nos ha gustado. ¿Lo que menos? Seguramente la fórmula empleada, la obsesión por el estilo, la idea preconcebida para su construcción. Al tener esos tamaños, la pincelada adquiere un protagonismo en sí misma como sujeto del cuadro, no como lenguaje, que es lo que debería ser. Y tan grande es a veces, tanto protagonismo llega a tener, que algunos paisajes terminan siendo verdaderas abstracciones. Pero, ¿es abstracto un paisaje en sí mismo, o simplemente es un problema de distancias, de perspectivas? Ahí es donde creemos que más flojean estos cuadros, en las distancias, en sus límites. Es verdad que un paisaje funciona en cuanto se le introduzca un horizonte, pero no se trata de eso –pensamos-, sino más bien de hacer “real” cualquier centímetro de la tela, con horizonte o sin él. En cualquier caso, una exposición para pensar y para disfrutar.


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